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11.27.2011

Como un lago

Nada más rutinario que un laberinto con instrucciones,
el camino obligatorio de ida o vuelta a los destinos deseados.

Uno podía optar por otros medios,
caminar,podía trasladarse en una suerte de Van hippie gigante y acomodarse como vacas camino al matadero.Pero el laberinto siempre tuvo cierta mística para mi persona,su variedad de caminos, el follaje, la variedad de sus climas, de destinos, la peligrosidad de la gente encaminada moviéndose a toda velocidad, aquellos indecisos mirando el mapa, nuevos perdidos y los que pretendíamos ser perdidos por comodidad o idealismo. Habia ciertos caminos en los que uno no tenia más opción que unirse a la masa.

Nosotros los perdidos generalmente elegíamos sentarnos a esperar en aquellos bancos verdes, típicos, con patas en forma de espiral cual fileteado, esperando que la masa disminuya en número y velocidad, pues deseábamos llegar a destino, pero no había apuro para ello. Las personas apuradas viajando tan rápidamente me resultaban tan amenazantes. Una persona que se atreve a sostener expresiones como "Es tarde" , "estoy llegando tarde", "no tengo tiempo" no puede ser de fiar. Simplemente ponen de mal genio.

-"Recordad que el tiempo solo es un mecanismo de cadenas para organizar la producción de esta sociedad insomne"-digo y repito.

Un día ya no tan claro en mi memoria, me senté en uno de aquellos bancos verdes y mientras esperaba la merma de la masa, como era usual llevaba conmigo algún amigo, esa vez me acompañaba un viejo gordo amigo entre los dedos, entre las palmas. Oí llegar personas al paso normal, supuse la masa de perdidos, de los caminantes, levante mis ojos a la altura del horizonte, entonces divise mi copia, mi clon, mi reflejo.

No estabamos vestidos igual, nuestros razgos faciales eran completamente ajenos a mi rostro, su manera de vestir era demasiado simple  en comparación de mis estampados de señora de los noventas, pero tenia al mismo viejo y gordo amigo entre los dedos, entre las palmas.No creía en las casualidades porque me gustaba mucho aquel juego en el cual la vida te sorprende con esos pequeños detalles invisibles y naturales, como siempre reí ante la igualdad "casual".

-"Un espejo quizás, un reflejo tal vez"-me dije.
Su rostro hizo una mueca que quise interpretar como una sonrisa,ese don maldito de mal interpretar, se levanto y parecía marcharse.La distancia entre los dos era grade y cruzar el camino era una locura, morir aplastada por la multitud era incoherente, impensado. Morir por alcanzar un reflejo, aun si fuese Narciso no cometería el mismo error una segunda vez.Apunto sus manos a una señal de salida cual ayudante del Ilusionista, reí otra vez mal interpreté su mano como un -"¡Vamos!"- una vez más especulé, creí que quería verme en la salida.

Como si no fuese un trecho extenso pensar y luego hacer, estaba en un laberinto y como adición era una persona con poco sentido de orientación.Solo había dos salidas en ese destinos.Pensé entre las densas paredes, caminos y colinas extrañas debíamos cruzarnos al menos una vez, antes de lograr salir.Mi falta convirtió el laberinto en la casa de los espejos, la ansiedad me hizo tomar caminos hacia otros destinos, otras salidas y así me fui perdiendo entre la confusión la interpretación erronéa, el viejo gordo amigo, la velocidad anormal. Arribé a donde en un principio era mi destino, antes de llegar a la salida hojeé un último pasaje en la piel de mi amigo, crucé su lazo rojo a través de sus letras.

Me encontré al salir con una advertencia en la salida del laberinto -"Su estadia prolongada en el laberinto puede ocasionarle leves alucinaciones"-.Mire la cadena latente en mi muñeca, era mediodía hacia 3 horas estaba vagando entre esos verdes caminos cruzados, suspiré y continué hacia la ciudad.

El sol rajaba el suelo, estaba entre grandes gigantes de cemento, me paré en la esquina para cruzar
la calle, la luz era tan fuerte que fui pelirroja mientras pisaba la calle rayada.En la esquina enfrentada había un viejo café atendido por personas empolvadas.En la mesa situada en la ventana que daba a la esquina había un viejo gordo de la misma edición que el que llevaba en la mano izquierda, estaba abierto pero solitario como sin espectador, un lazo rojo cruzaba marcando la página 77 y 78.Eran las dos últimas hojas que leí al salir del laberinto.

Sentí las ganas de Edipo en mis manos, temblaban y transpiraba locura en ríos que se deslizaban por mis palmas,la cadena latente pesaba más que el gordo amigo y el anillo en el dedo anular, como si su importancia fuese mayor.La facilidad del instinto en encontrar el camino para escapar...

¿Era yo Narciso el suicida?
¿Hay quizás un mundo paralelo?
¿Un alma tan gemela?

Nunca más volví a la ciudad sin un mapa,
nunca volví a entrar en el laberinto,
no hojeé desde ese día a mi gordo amigo,
nunca dejé al deseo o al destino agarrarme de la mano,
no quiero morir en el espejo esta vez.